Alfabetización Financiera en la Era Digital: El legado de Vasconcelos en Tiempos de Bitcoin
Escrito por Pedro Merino F. (Mayo 2025)
A lo largo de la historia, la alfabetización ha sido uno de los motores más poderosos de transformación social. En México, la campaña de alfabetización impulsada por José Vasconcelos en la década de 1920 ejemplifica cómo enseñar a leer y escribir abrió oportunidades para una participación más plena en la vida económica y política del país. Hoy, enfrentamos una revolución educativa diferente pero igualmente urgente: la alfabetización financiera. Comprender conceptos financieros básicos, saber proteger el valor propio y participar activamente en la economía digital se han convertido en habilidades esenciales para la autonomía individual. En este contexto, herramientas como Bitcoin no sólo ofrecen acceso alternativo a los servicios financieros, sino que también representan plataformas de empoderamiento que democratizan el conocimiento económico y abren nuevas posibilidades de inclusión. Este ensayo explora el impacto de la alfabetización tradicional en la formación de capital social en México, su paralelismo con la educación financiera contemporánea, y el rol emergente de Bitcoin como vehículo de libertad en la era digital.
A comienzos del siglo XX, México enfrentaba un profundo atraso educativo, especialmente entre la población adulta. En ese momento “más del 50 por ciento de la población en edad escolar en México era analfabeta” (Archivo General de la Nación, 2022). Asimismo, el acceso a la educación formal estaba concentrado en las ciudades, lo que excluía a un gran número de habitantes de las zonas rurales, una desigualdad que se intensificó durante la Revolución iniciada en 1910. Con la construcción y consolidación del Estado posrevolucionario, los gobiernos promovieron distintos planes y programas para reducir los niveles de analfabetismo.
En este contexto, José Vasconcelos, abogado y filósofo, tuvo un papel fundamental. En 1920, durante el gobierno de Adolfo de la Huerta, fue nombrado encargado del Proyecto Educativo Nacional. Desde esta posición, impulsó la creación de la Secretaría de Educación Pública (SEP) para integrar al proyecto nacional a una población mayoritariamente campesina e indígena, que seguía excluida de la alfabetización y en consecuencia, de la vida moderna. Se organizó una campaña de alfabetización, convocando a académicos, estudiantes, amas de casa y ciudadanos de clase media a actuar como profesores honorarios. Este proyecto tenía un objetivo claro: reincorporar a las clases marginadas mediante la enseñanza de la lectura y la escritura, atendiendo una deuda histórica que, según Vasconcelos, México había arrastrado desde la Independencia y que lo mantenía en desventaja frente a otros países de América Latina.
A pesar de que Vasconcelos nunca utilizó el concepto económico de Capital humano, su movimiento educativo simbolizó profundamente esta idea. Según la UNESCO, el capital humano se entiende como el conjunto de habilidades, conocimientos y valores que las personas adquieren a través de la educación y formación, las cuales les permiten desarrollar su potencial, mejorar su calidad de vida y participar plenamente en la sociedad. La campaña de alfabetización impulsada por Vasconcelos buscaba mucho más que simplemente enseñar a leer y escribir. Su proyecto entendía la educación como un instrumento de mejora individual y colectiva, capaz de transformar a los marginados en ciudadanos activos, conscientes y autónomos. Una iniciativa importante fueron las Casas del Pueblo, espacios creados para enseñar a campesinos y obreros habilidades útiles para su vida diaria y trabajo. Al brindar herramientas básicas como la lectura, la escritura y el cálculo, Vasconcelos aspiraba a liberar a las personas de la exclusión y abrirles caminos hacia nuevas formas de participación económica, cultural y política.
De esta manera, más allá de reducir a las personas a puro valor económico, la alfabetización impulsada por Vasconcelos puede entenderse como una apuesta por el desarrollo integral de las personas. Hoy vivimos en un mundo cada vez más digital e inundado de información y es importante considerar también la alfabetización digital, entendida como "la capacidad de acceder, gestionar, comprender, integrar, comunicar, evaluar y crear informaciones mediante el uso seguro y pertinente de las tecnologías digitales" (UNESCO, 2025). Esta nueva forma de alfabetización no puede entenderse sin reconocer la importancia de otra habilidad fundamental para el siglo XXI: la alfabetización financiera.
El dinero es una de las tecnologías más antiguas de la humanidad. Si retrocedemos a los primeros registros de escritura, encontramos que no eran relatos ni poemas: eran cuentas, registros de deudas y pagos. El dinero es en esencia un lenguaje, una abstracción que nos permite comunicar valor. A lo largo de la historia, esta tecnología ha evolucionado con nosotros: del trueque pasamos a la representación de valor en objetos y metales preciosos, hasta llegar, lamentablemente, al sistema monetario actual basado en dinero fiat, cuyo valor depende exclusivamente de la voluntad de los gobiernos y bancos centrales. Al tener la capacidad de expandir la oferta monetaria sin límite, los gobiernos generan inflación de manera estructural. Este fenómeno erosiona silenciosamente el poder adquisitivo del dinero, es decir, nuestra capacidad de preservar y comunicar valor y penaliza el ahorro tradicional. En este contexto, guardar dinero “debajo del colchón” ya no representa una estrategia segura: el dinero pierde valor año tras año.
Cuando la herramienta que usamos para comunicar valor es corrompida, entender los fundamentos financieros deja de ser opcional y se vuelve indispensable. La alfabetización financiera permite a las personas comprender que el dinero representa el fruto del trabajo (el tiempo y la energía invertidos cada día), y que bajo el sistema monetario actual, ese dinero se devalúa constantemente. Esto implica que no solo se pierde un activo, sino también horas de vida y esfuerzo.
Desde que en 1971 el dólar dejó de estar respaldado por el oro, el mundo ha transitado oficialmente por un régimen monetario fiat, donde el valor ya no se respalda, se impone. Desde entonces, vivimos en una economía crecientemente financiarizada, donde preservar el valor ya no consiste en guardar, sino en especular. Quien no entiende esto está condenado a ver cómo su trabajo pierde sentido en cifras que cada día compran menos. Así como en el siglo XX la alfabetización tradicional fue el primer paso para integrar a millones de mexicanos a la vida política y económica, hoy la alfabetización financiera es un requisito indispensable para participar de forma plena y soberana en la economía digital contemporánea.
En este contexto de vulnerabilidad financiera, Bitcoin surge como una alternativa radicalmente distinta; una red monetaria descentralizada diseñada para resistir la manipulación arbitraria. Bitcoin fue creado en 2009 por un desarrollador anónimo bajo el seudónimo de Satoshi Nakamoto y propone un sistema en el que el dinero ya no depende de la confianza en instituciones, sino de reglas matemáticas programadas y transparentes.
A diferencia del sistema fiat, donde la oferta monetaria puede expandirse sin límite, Bitcoin opera con reglas fijas: su emisión es predecible, decreciente y limitada a 21 millones. Como el oro, es escaso, pero con ventajas digitales: es divisible, portable, resistente a la censura y verificable por cualquiera. Esta escasez digital no está sujeta a decisiones humanas ni a intereses políticos; es parte del código que cualquier persona puede revisar, verificar y correr desde su computadora.
En México, el 37% de los adultos no tiene acceso a una cuenta bancaria formal (ENIF, 2024). Esto se debe a varias razones como: burocracia, falta de documentos, lejanía geográfica o simplemente desconfianza en instituciones financieras que históricamente los han excluido. Esta situación limita su participación en la economía formal y los deja fuera de herramientas básicas de ahorro, crédito y transferencia de valor. Con Bitcoin estas barreras desaparecen. No se necesita permiso, historial crediticio ni firmar un contrato, bastan un celular y tener conexión a internet. Incluso puede usarse con mensajes de texto o nodos satelitales, convirtiéndolo aún más accesible. A diferencia del sistema bancario, Bitcoin es una red abierta, sin custodios ni intermediarios. No discrimina por origen, estatus legal o ubicación geográfica. Cualquier persona puede recibir y enviar valor de forma directa y segura.
Más allá de su tecnología, Bitcoin representa una invitación a repensar el dinero desde sus fundamentos. A diferencia del sistema financiero tradicional, donde los usuarios rara vez entienden cómo funciona el dinero que usan, Bitcoin exige aprender. Para resguardar valor en esta red, las personas deben entender conceptos como claves privadas, autocustodia, hashes criptográficos y la lógica de las transacciones descentralizadas. No hay atajos; quien quiere participar con soberanía debe asumir la responsabilidad de proteger su propio dinero.
Este proceso de aprendizaje es en sí mismo una forma de alfabetización financiera. Al estudiar cómo funciona Bitcoin, los usuarios descubren no sólo cómo conservar su riqueza, sino también cómo opera el sistema que históricamente se nos impuso sin explicación. Bitcoin no sólo empodera, educa. En este sentido, su uso va más allá de una herramienta tecnológica; se convierte en una experiencia transformadora, donde comprender es la única forma de participar.
Además de ser una herramienta financiera, Bitcoin representa una nueva forma de capital social; es una red de confianza construida entre desconocidos, sin necesidad de relaciones personales ni intermediarios. El capital social tradicional se basa en vínculos familiares, favores recíprocos o redes cerradas, Bitcoin permite coordinar acción colectiva a través de un protocolo público, transparente y verificable. Las transacciones no dependen de las palabras de una autoridad, sino de la confirmación de nodos distribuidos que operan bajo reglas comunes. Bitcoin ha dado lugar a economías circulares en comunidades rurales, donde el valor circula directamente entre personas sin intermediarios. Al ofrecer un “dinero neutral” y permitir a las personas optar por salirse de sistemas que consideran injustos, Bitcoin sienta las bases para una economía digital voluntaria, basada en cooperación y reglas compartidas.
Así como la lectura ha sido históricamente una vía de inclusión y legitimación en el mundo social, comprender Bitcoin abre la puerta a una nueva forma de pertenencia en el espacio digital y comprensión del mundo en el que vivimos. Como señaló Alejandro Jiménez, maestro en ciencias con especialidad en investigaciones educativas e investigador en temas de alfabetización, a quien entrevisté para desarrollar este trabajo, aprender a leer por primera vez es un momento mágico. Los niños descubren que lo escrito no es un simple dibujo, sino un código que les permite entrar a un mundo nuevo. Esa experiencia no solo despierta su curiosidad, también los legitima socialmente: les da voz, les permite participar, pertenecer, comprender. Lo escrito se convierte en llave de acceso a espacios que antes estaban cerrados.
Esa primera entrada al mundo de lo escrito también tiene una dimensión profundamente emocional. Como explicó la psicóloga infantil Kaory González Servín en una entrevista que le hice para desarrollar este trabajo, el proceso inicial de alfabetización ocurre desde lo sonoro; antes de reconocer que una “m” es una letra, los niños aprenden que suena “mmm”; que “ma” dice “mamá”. Esa asociación entre sonido y significado genera asombro. “Primero es como de ‘wow’”, comentó, “y luego empiezan a salir a la calle y a ver letreros... ‘¡yo ya sé qué dice ahí!’”. El lenguaje se vuelve tangible. Se transforma en descubrimiento.
Ese mismo asombro aparece en quienes comienzan a entender Bitcoin. Este proceso no comienza con lo técnico, sino con una pregunta fundamental: ¿qué es realmente el dinero? A partir de esta pregunta se desenvuelve un sistema que muchos habíamos dado por hecho. Es en ese momento cuando Bitcoin comienza a cobrar sentido como alternativa, como respuesta, como red diseñada para preservar el valor. Aprender sobre Bitcoin, en muchos sentidos, es como aprender a leer, empiezas a ver cosas que siempre estuvieron ahí, pero no sabíamos cómo descifrar.
Así como la alfabetización tradicional transformó a individuos marginados en ciudadanos activos y conscientes, hoy la alfabetización financiera, y con ella, el entendimiento de herramientas como Bitcoin, se presenta como una condición necesaria para ejercer soberanía en la era digital. En un mundo donde el sistema monetario tradicional ha dejado de ofrecer garantías reales de preservación de valor, aprender sobre Bitcoin no es solo una alternativa tecnológica, sino una nueva forma de leer y comprender el mundo. Siguiendo el legado de Vasconcelos, quien llevó la educación a los rincones más olvidados del país, hoy contamos con una herramienta aún más poderosa, el internet. A través de él, es posible democratizar el acceso al conocimiento sobre Bitcoin, eliminando barreras geográficas, burocráticas o institucionales. Entender esta nueva forma de dinero no solo implica acceder a un sistema financiero alternativo, sino también a una renovada experiencia de pertenencia, dignidad y libertad.
Bibliografía
Archivo General de la Nación. (2022, 25 de abril). Sembrar la palabra. Las campañas de lucha contra el analfabetismo en el México del siglo XX. Gobierno de México. https://www.gob.mx/agn/articulos/sembrar-la-palabra-las-campanas-de-lucha-contra-el-analfabetismo-en-el-mexico-del-siglo-xx?idiom=es
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